lundi 15 octobre 2012

A propósito del artículo ¿Es rentable la libertad?

El único espacio de discusión donde se discute algo en Cuba actualmente es la revista católica “Espacio laical”, publicada bajo el amparo de la jerarquía católica en La Habana, que ha sabido aprovechar, -como ha venido ocurriendo desde los tiempos de la colonia-, los espacios vacíos que el poder le permite ocupar según sus propias conveniencias del momento. 
La Iglesia ha jugado un rol de primera importancia en el desarrollo cultural de la isla y algunos de sus obispos emblemáticos han pasado a la historia de la nación como Juan José Diaz de Espada y Fernández de Landa. Al amparo de su episcopado,  emprendió una vasta labor de reforma de la Iglesia y de las instituciones sociales, prestando su apoyo a los hombres más honrados y brillantes que se preocupaban por el bien común. Baste decir que abarcó mucho, desde el campo de la cultura, la educación, el saneamiento, moralización de la diócesis. Su reforma Universitaria abrió la cátedra de Félix Varela, que tanta importancia tuvo para el pensamiento de las élites cubanas del siglo XIX. 

Salvando las distancias, el espacio laical de hoy propicia la reunión de talentos que se han dado a la tarea de reflexionar sobre el presente y el futuro de Cuba, como lo hicieron ya hace dos siglos otros cubanos. Que no exista otro espacio público semejante (aparte de las discusiones apasionadas que tiene lugar en el Parque Central sobre otros temas de menos trascendencia) es una curiosidad que se sale del objeto de este comentario. 
Lo interesante es que se sepa en la Isla -y fuera de ella- existen personas que reflexionan con profundidad sobre los problemas concretos del país, intentando despolitizarlos al máximo, tratando de hacerlos lo más objetivos posibles, partiendo de las corrientes de pensamiento que circulan por el mundo, sin ceñirse a un análisis pre formateado de la realidad. Estos intelectuales se preocupan igualmente por aplicar metodologías innovadoras que intentan, por rigurosas, de alejar cualquier posible crítica científica de que puedan ser objeto. 
Esta continua tensión de observar con rigor y comentar objetivamente la realidad resulta un ejercicio complicado, ya que el ejercicio de quedar bien a la vez con Dios y con el Diablo, provoca contradicciones insalvables en algunos de los análisis publicados por la revista. Una de las más recientes entradas, está firmada con la pluma de Julio César Guanche y su evocador título ¿Es rentables ser libres? Llamó nuestra atención, primero porque se centra de lleno en una problemática que hemos tratado en nuestro blog y segundo porque las reflexiones sobre la democracia, por lo general, resultan interesantes en el marco de una sociedad como la cubana, donde justamente no existe nada que se le parezca. 
Dividido en X partes el autor se debate entre dos intenciones irreconciliables. A pesar de lo profundo de su análisis, las conclusiones decepcionan un poco puesto que de cierta manera contradicen lo expuesto durante todo el ensayo “Al final, ¿para qué sirve Cuba? Si Cuba tiene el futuro abierto como para hacer posible alguna, u otra, de estas alternativas, sirve para mostrar que constituye una alternativa al control de la democracia por el capitalismo y una alternativa a sí misma. Incluso si no sirviera para esto, la mera existencia de tal posibilidad es la fuente de una esperanza: sirve para creer todavía en la posibilidad de liberar el futuro, de liberar la democracia, de mostrar que la libertad es siempre más rentable que la dependencia.” 
Asociar la libertad a la rentabilidad me parece una acrobacia intelectual delicada, primero porque utilizar un concepto venido de la ciencia económica, que no depende para nada de la libertad para poder calcularse o ser medido carece de sentido; sencillamente (qué Dios me perdone) no veo muy claro como puede ser rentable la libertad. Una empresa puede ser rentable, pero la libertad es un concepto demasiado abstracto, primero para ser definido correctamente y aun menos, para ser medido. Excepto si de su “medición” depende algún tipo de conclusión más comprometida con la ideología que con la razón.

ACC, 13 de octubre 2012.

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