jeudi 9 mai 2013

Historia oculta sobre la Protesta de Baraguá


 | Por Roberto Jesús Quiñones Haces
GUANTÁNAMO, Cuba, mayo, www.cubanet.org -El 15 de marzo de 2013, se cumplieron 135 años de la entrevista sostenida entre el general Arsenio Martínez Campos, por la corona española, y el general Antonio  Maceo Grajales, en representación de los mambises que no aceptaban el fin de las hostilidades. El suceso pasó a la historia como “La protesta de Baraguá”, y ha sido mencionado como ejemplo de intransigencia revolucionaria. José Martí, al referirse a ello, escribió: “Precisamente tengo ahora ante mis ojos la Protesta de Baraguá, que es de lo más glorioso de nuestra historia” (1).
Lejos de hacer un análisis objetivo de la situación de las fuerzas mambisas en aquel momento histórico, los políticos del gobierno castrista, y sus historiadores,  siempre se han expresado despectivamente de quienes, apreciando las inexistentes posibilidades de éxito, optaron por la capitulación temporal, sin renunciar a su vocación independentista.
En contraste, realzan la actitud de Antonio Maceo en Mangos de Baraguá, pero nada dicen de lo que ocurrió después. Ello se debe a que siempre nos han mostrado a los héroes como individuos incapaces de cometer errores, 100% perfectos, y se han cuidado de ocultar sus momentos de debilidad, sus inconsecuencias o sus desafueros.
Nunca nos enseñaron que después de reiniciadas las hostilidades, el 23 de marzo de 1878, aumentaron las deserciones dentro del ejército mambí, debido fundamentalmente a la hábil política desarrollada por Martínez Campos, basada en el respeto y la compensación económica a los desertores, lo cual, unido a otros factores, aumentaba la incredulidad de las tropas mambisas en el triunfo.
Después de la Protesta de Baraguá, resultó tan fuerte la persecución de los españoles, contra Maceo, que estuvieron a punto de matarlo. Era tal la desmoralización de las tropas, que el Dr. Félix Figueredo, amigo y compañero de luchas del Titán de Bronce, escribió en su diario que por primera vez en esos días vio huir bochornosamente a un soldado oriental (2). .
Fue en tales circunstancias cuando Figueredo intercedió ante el gobierno provisional mambí para que se permitiera la salida de Maceo al extranjero, algo que fue rechazado al inicio, y aunque después se aprobó, contó con la reserva de los gobernantes. Figueredo lo registró así:
“Los miembros del gobierno aceptaron la indicación con reserva: por egoísmo, quizás, se resolvió negativamente al principio, pues asidos todos de aquella tabla, era natural que todos nos hundiéramos con ella o con ella todos nos salváramos” (3).
Más que egoísta, creo que la reacción inicial del gobierno fue lógica, pues resultaba poco convincente que quien días antes se negó a aceptar el Pacto del Zanjón, pretendiera abandonar el campo de batalla, por muy noble que fuera el objetivo de dicho viaje, concebido para obtener pertrechos y hombres y regresar con ellos a continuar la lucha, lo cual no se cumplió porque Maceo no obtuvo el apoyo esperado.
El día 9 de mayo de 1878 –hace hoy 135 años-, Maceo llegó al pueblo de San Luís y fue aclamado por una multitud. Martínez Campos y altos oficiales españoles, que también estaban ahí, almorzaron con Maceo y sus acompañantes en un ambiente de confraternidad. Luego del descanso, Maceo agradeció las atenciones recibidas del general español, pidió protección para su familia y se le permitió continuar viaje por ferrocarril hacia Santiago de Cuba. Esa misma noche, Maceo zarpó hacia Jamaica, y pocos días después, lo hicieron su madre, su esposa y demás mujeres y niños de su familia(4). Habían transcurrido 55 días desde la Protesta de Baraguá.
Tampoco nos enseñaron que en Las Villas, enterados de la salida de Maceo hacia el extranjero y de la capitulación de Vicente García y de otros altos jefes orientales, el entonces comandante José Ramón Leocadio Bonachea Hernández y sus hombres, no sólo rechazaron el Pacto del Zanjón, sino que, durante catorce meses, mantuvieron en jaque al ejército español, a pesar de no recibir ningún apoyo logístico del exterior, y a pesar de ser sus fuerzas muy inferiores en número y pertrechos a las enemigas.
Bonachea estableció un centro de operaciones a ambos lados de  la trocha de Júcaro a Morón, que abarcaba las regiones de Remedios, Sancti Spíritus, Trinidad, Morón y Ciego de Ávila. Cruzó la trocha en 13 ocasiones, y en esa etapa alcanzó sucesivamente los grados de teniente coronel, coronel y General de Brigada, uno de los ascensos más brillantes y extraordinarios que tuvo un oficial del ejército mambí en la Guerra de los Díez Años.
El 15 de abril  de 1879, conminado por el Mayor General Calixto García, quien estaba en Nueva York al frente del Comité Revolucionario Cubano, Bonachea aceptó salir de la Isla, pero antes redactó un manifiesto donde afirmaba que lo hacía sin acogerse a pacto alguno. Esta acción pasó a la historia como la Protesta de Hornos de Cal o Protesta de Jarao, algo que tampoco se nos enseñó en las escuelas (5).
El 10 de noviembre de 1878, hallándose Bonachea en la manigua, el Mayor General Calixto García le confirió el grado de General de Brigada, y el 7 de julio de 1879, cuando llegó a Nueva York, el Comité Revolucionario Cubano le confirió el grado de General de División, siendo el único jefe militar de la guerra del 68 que obtuvo ese grado.
Desde su llegada a Nueva York, pensó en organizar una expedición a Cuba para continuar la lucha en mejores condiciones, lo cual no pudo hacer durante la Guerra Chiquita, como era su intención. Convencido de que había que continuar la lucha, el 29 de noviembre de 1884 partió desde Montego Bay, Jamaica, con 14 expedicionarios, con el propósito de desembarcar por la costa sur de la provincia de Camagüey, pero fue detenido cerca de Niquero. Un consejo de guerra español lo condenó a muerte, y el siete de marzo de 1885 fue fusilado en los fosos del Castillo del Morro de Santiago de Cuba.
Es José Ramón Leocadio Bonachea Hernández y no el Titán de Bronce, quien representa la intransigencia mambisa ante el Pacto del Zanjón. Eso tampoco  nos   lo  enseñaron  así  y dudo  que  nuestros historiadores y políticos se atrevan a rectificar.
NOTAS:
(1).-Carta de José Martí al general Antonio Maceo, fechada en Nueva York el 25 de mayo de 1893, tomo III del Epistolario de José Martí, p.360,Editorial Ciencias Sociales, La Habana,1993.
(2).-“Antonio Maceo, apuntes para una historia de su vida”, José Luciano Franco, Tomo I, p.156, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975.
(3).-Idem
(4).-Ibídem.
(5).-Diccionario Enciclopédico de Historia Militar de Cuba, Tomo I, P.60, Ediciones Verde Olivo, La Habana, 2004.

2 commentaires:

  1. Senor respeete nuestra historia como la mayoría de las personas respetan la historia de su pais.Fíjece ud sino como manipulan los espanoles los sucesos de la guerra civil.Yo para empezar y como protesta no leeré ningún artículo vuestro más que tergiverse nuestra historia.Eso si cuando cuba tenga democracia y el pueblo tenga acceso masivo a internet todo esto saldrá a la luz.Basta ya de mancillar nuestra historia y despretigiar a nuestros héroes.

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  2. Estimado amigo, la historia no es una persona para respetarla, la historia hay que estudiarla, aprenderla, justamente para que no puedan manipularnos. no sé qué le ve de malo a este artículo, tiene sus fuentes probadas, no emite juicios personales, expone hechos...

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