lundi 20 août 2012

Sobre Aída y otros aires de opereta


La serie Aída goza de una gran teleaudiencia en España. Desde hace ya algunos años reina los domingos a la hora de punta de la cadena privada Telecinco, proporcionándole a sus dueños un ingreso sustancial de recetas publicitarias. Esta realidad ha dado ya razones a profundos y eruditos análisis así como a ligeros comentarios de café. Algunos diálogos y réplicas de personajes han entrado de lleno al lenguaje popular, como sucedió hace ya algunos años con la otra divertida serie vernácula “Aquí no hay quien viva” Según la revista digital Razón y palabra “según el propio concepto de la serie, sus personajes pueden ser considerados como una galería de caricaturas de personalidades estereotípicas (bien definidas y reconocibles por todos los públicos), propias de la imagen establecida y anclada en el imaginario de las audiencias del contexto social en el que se sitúa la acción
De acuerdo con el analista para que una serie costumbrista como esta pueda funcionar lo primero que hace falta es que estos personajes puedan ser identificados plenamente por el público. Siguiendo esta lógica hasta sus últimas consecuencias, se puede entonces decir, que los resortes cómicos de la serie no podrían ser comprendidos por un japonés por ejemplo, ya que no posee los códigos necesarios para interpretar correctamente lo que está viendo; sin embargo, según me cuentan desde Cuba, la serie tiene un éxito sin precedentes dentro de la isla y sus grabaciones pasan de mano en mano como pan caliente ¿Cómo puede ser esto posible, teniendo en cuenta lo arquetípico de estos personajes peninsulares? Los resortes del humor son misteriosos, pero ya han sido bastante estudiados desde que el griego Aristófanes divirtiera a sus contemporáneos en el teatro que se encuentra al pie de la Acrópolis y, como aquí no se trata ni de caídas, ni de resbalones, ni de efectos sonoros (aunque las risas son grabadas) justo hay que reconocer es que los cubanos comprenden las diferentes situaciones humorísticas.
Esto es posible, no solo porque los isleños no disfrutan de otras opciones televisuales, dada la censura que sufren desde 1959, sino porque en el fondo se sienten profundamente españoles y se identifican profundamente con los arquetipos peninsulares; a pesar de que hace más de cien años terminó oficialmente el poder de la corona sobre su colonia.
Esta verdad observada, hace posible la idea, tal vez hoy más que el primero de enero de 1897,- fecha en la que se formó el Gobierno Autonómico en La Habana-, de una Cuba otra vez española. Lo creo porque los sentimientos profundos de una nación pueden ser mucho más poderosos que los ejércitos y ya es hora de que Cuba por fin, vuelva al lugar de donde no debió haber salido nunca.

ACC, 20 de agosto de 2012.

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