mercredi 19 septembre 2012

La fatal arrogancia



Cada día que pasa viene acompañado con su lote abrumador de palabras, alineadas regularmente unas detrás de las otras, por políticos y otras vestales del buen orden establecido, -oenegés, alucinados de izquierda, extraviados órganos de prensa y otros trasnochados monumentos morales-. Engarzando para nada conceptos y doctas nimiedades. 
La imposible ecuación democrática occidental, tiene más del absurdo de su origen que a conspiración mundial. La idea democrática se basa en un malentendido y en un sueño, primero porque la democracia griega se aplicaba a un número reducido de habitantes de la península helénica y que ésta era ejercida en directo, algo que no puede aplicarse a conjuntos más vastos de seres humanos, como es el caso del continente europeo y segundo, porque el poder y la manera en que este se ejerce, está ligado a seres humanos de carne y hueso perfectibles. Contrariamente al Derecho, cuyas pautas han sido enriquecidas poco a poco y sin sobresaltos por generaciones de seres humanos a lo largo de la historia, la manera de ejercer el poder y las instituciones creadas para ejercerlo, dependen de hombres particulares y de los intereses que los mueven (generalmente el de apoderarse del Estado para medrar con sus prerrogativas y el de satisfacer sus egos sobredimensionados con el ejercicio caprichoso de la autoridad).
La humanidad no ha llegado en ese dominio a un consenso definitivo todavía, ni lo logrará jamás, al menos hasta que se debatan seriamente estas cuestiones y se dispongan además, de medios reales y eficaces de aplicar el poder colectivamente sin parálisis de las instituciones. Es la razón por la que la democracia representativa, concebida claramente como “del pueblo y por el pueblo” pero sin el pueblo ya que este es basto e inculto por definición, es la fuente de tanto mal entendido y frustración en nuestros días, cuando el acceso de nuevas tecnologías y el aumento del nivel cultural de la población hacen evidente sus contradicciones intrínsecas.
El debate político de izquierda y de derechas resulta absurdo y parcializado porque parte de la “fatal arrogancia” de la que hablaba Hayek, cuando nuestros tribunos e ingenieros sociales pretenden, cada cuatro o cinco años, ofrecer a sus confundidos ciudadanos el mejor y más definitivo de los proyectos políticos posibles, ignorando por igual unos y otros, la imposibilidad de organizar arbitrariamente, con leyes o sin ellas, la sociedad en su conjunto. En resumen, esto quiere decir que apoderarse del estado para dirigirlo por el bien de todos es una ecuación imposible. De ahí la necesidad absoluta de plantearse de una vez y por todas la reducción de sus facultades dentro de las sociedades humanas. Mejor armadas hoy con la informática y la acumulación de la información disponible, para encontrar la mejor manera de prosperar sin la intervención de hombres providenciales todos los cuatro o cinco años.
El proyecto de reconstruir -apoyados sobre la noción abstracta de “hispanidad”- un conjunto más real, -físico- podría ser un primer paso en este sentido para salir de la actual crisis que aqueja a España. Replantearse con ayuda del resto de Europa, una relación diferente de la comercial con sus antiguas colonias dispuestas a discutir seriamente del asunto, podría cambiar la completamente el contenido del debate -sin salida como ya vimos- basado sobre las mejores soluciones a aplicar con la ayuda del Estado, para resolver la actual crisis de identidad y económica por la que atraviesa el país.
Todos los proyectos políticos basados en la fatal arrogancia del ser humano están condenados al fracaso, la alternancia brindada por la democracia moderna o representativa terminará demostrando sus límites, como lo ha confirmado el fin del modelo de financiamiento de los estados de bienestar por el endeudamiento y el consumo. Llegados a ese punto, y como ya ha sucedido antes, se levantarán los clamores por un hombre fuerte y todo lo alcanzado hasta hoy se acabará bajo las bombas, con el agravante de que esta vez será mucho más complicado levantar un planeta contaminado por el estallido de artefactos nucleares.
España se encuentra delante de una responsabilidad histórica sin precedentes. Contrariamente a sus socios europeos, que no participaron en el “descubrimiento” de América, dispone de un capital afectivo intacto en muchas de sus antiguas colonias, comenzando por Cuba, donde para el año que viene habrá 160 mil nuevos súbditos de la Corona. El fracaso de los proyectos políticos independentistas del siglo XX, acentuado por la actual crisis económica que atraviesa la isla, podrían -si en el camino aparecen las voluntades necesarias,- llevarla a convertirse en la primera piedra de un nuevo pacto democrático entre España (el continente europeo) y el mundo.

ACC, 19 de septiembre 2012

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