mercredi 14 novembre 2012

Mario Vargas Llosa y Cuba

"El mundo parece resignado a esperar que Castro se muera"

Por Wilfredo Cancio Isla, de Café fuerte.

¿Cómo usted valora la actual situación de Cuba en el contexto internacional? ¿A qué atribuye la pasividad y hasta la deferencia que le profesan ciertos gobiernos democráticos al régimen de La Habana?



Desgraciadamente pasa con Cuba algo muy triste: hay una comunidad internacional que parece haberse resignado a la existencia de la dictadura cubana, que hoy ya ostenta el triste privilegio de ser la más larga en la historia del continente. La comunidad internacional parece dispuesta a aceptar que esa dictadura terminará con la muerte de Fidel Castro, pues prácticamente no existe hoy una presión sobre el régimen como la que hubo años atrás, salvo la que ejercen algunos grupos muy heroicos dentro y fuera de Cuba, pero que no cuentan con el respaldo que debieran tener de los países democráticos. Hasta hemos visto recientemente al presidente de Estados Unidos , William Clinton, dándose la mano con Fidel Castro. Puede ser una casualidad, pero es también todo un símbolo de resignación, de aceptación de la comunidad democrática de una dictadura que, justamente por haber llevado al país a una situación crítica, ya no representa el peligro que se pensaba hace unos años. Ese cansancio favorece a los designios de Castro. Y lo veo con mucha pena, pues da la impresión de que todo el mundo parece resignado a esperar que Castro se muera para que la isla se sacuda de la dictadura que padece.

Por largos años los movimientos de izquierda latinoamericanos —muchos de ellos incitados y hasta financiados desde La Habana— representaron un baluarte de la defensa del régimen cubano en la arena internacional. Hoy evidentemente las circunstancias han cambiado, pero aún la influencia castrista es capaz de movilizar a admiradores latinoamericanos y europeos, incluyendo a los llamados "militantes de la izquierda festiva"...

Sí, hay grupitos de la izquierda que todavía defienden a Fidel Castro, pero son muy pequeños e insignificantes. Hay una izquierda que se siente como incómoda y avergonzada de identificarse con una dictadura tan prolongada, que ha llevado a Cuba a una situación de empobrecimiento y marginación. Lo que es muy difícil a estas alturas es encontrar una izquierda que trate de ganar votos presentando a Cuba como modelo. La izquierda con una actitud típica no habla del tema cubano, mira a otros lados y se refiere a otros temas. Ni siquiera menciona ya el caso de Cuba; lo que hace es atacar a quienes todavía mantenemos una actitud crítica activa contra Castro. Pero no se atreven a defenderlo. Pero, ¿quién se atreve a defender hoy en día a Fidel Castro? Habría que ser políticamente un suicida.

Como hizo recientemente ante el plenario de Naciones Unidas, Castro se autopromulga como luchador incansable de la pobreza del mundo. ¿No cree que esa imagen continúa cautivando a sus seguidores alrededor del mundo?

Bueno, si alguien puede hablar de pobreza en este mundo es Castro, pues ningún gobernante ha empobrecido tanto a su propio pueblo como él en los 42 años que lleva en el poder. Es decir, puede hablar con absoluto conocimiento de causa...

Usted fue uno de los intelectuales latinoamericanos que brindó desde el comienzo un entusiasta respaldo a la Revolución cubana, hasta que sobrevino la ruptura por el "caso Padilla", en 1971. ¿Cómo usted siente a nivel personal el proceso cubano de las últimas cuatro décadas?

Tengo mucho cariño hacia Cuba y muchos amigos cubanos, de manera que el caso cubano lo vivo hace 42 años muy de cerca y muy de adentro. Para mí, como para muchos latinoamericanos, Cuba representó una esperanza extraordinaria y luego vino la terrible decepción que ha ido acrecentándose con el tiempo. Es un caso que ningún latinoamericano podría dejar de sentir como propio, pues lo que ha ocurrido en la isla ha tenido una tremenda repercusión en nuestro continente y ha marcado, en un sentido u otro, el rumbo de nuestras sociedades y nuestras vidas.
¿A qué atribuye que la intelectualidad juegue un papel tan pasivo y hasta muestre una actitud genuflexa dentro de los sistemas totalitarios, cuando incluso muchos de esos intelectuales admiten y critican en privado la incapacidad del régimen?

Por una parte, el sistema es tan aplastante y destructivo que coloca a los intelectuales ante una alternativa terrible: la de ser sumisos o héroes. Y muy poca gente tiene la vocación del heroísmo. Declarar que la Patria es de todos —como hicieron los cuatro disidentes que firmaron el documento con ese titulo— puede significar un acto subversivo, suficiente para enviarlo a uno a la cárcel por cuatro o cinco años. Eso basta para explicar y entender por qué muchos intelectuales y muchos cubanos en general prefieran callarse y muerdan amargamente lo que debe ser para ellos una inmensa frustración.

A raíz del caso del niño Elián González, usted escribió un artículo (Vida y miserias de Elián, abril del 2000) donde analiza los acontecimientos como una "maquiavélica provocacion" de Fidel Castro contra los exiliados de Miami. El texto fue muy comentado incluso en Cuba, donde algunos interesados burlaron la censura y lograron obtenerlo en la Internet.

Me alegra mucho saber que mi articulo sobre Elián se haya leído en Cuba aunque haya sido en circunstancias de censura. Traté de analizar el caso a partir de la sensación de impotencia que debe muchas veces abatir a los cubanos del exilio, que sienten pasar los años sin que prosperen sus esfuerzos para acabar con la dictadura que asola a su país, mientras que la comunidad internacional parece mas inconmovible que nunca e incluso ayuda a sobrevivir a Fidel Castro enviándole turistas y dólares, o montando allí industrias que aprovechan el trabajo esclavo de los nativos. Pero la lucha política no debe ceder a la irracionalidad o la pasión, y los exiliados cayeron en un error e hicieron un daño a su causa al negarse a acatar las decisiones judiciales y administrativas que ordenaban la entrega de Elián a su padre. Las dictaduras tienen ventajas indiscutibles sobre las democracias cuando se trata de resolver diferencias sobre el terreno de la legalidad. En el caso de Elián, la ley dentro de una sociedad democrática sirvió a los intereses de un tirano inescrupuloso que se apoyó en ella para ganarle una batalla a sus adversarios e intentar legitimar sus actos. Pero el respeto de la legalidad como base del sistema democrático no puede estar subordinado a la justicia de una causa. La patria potestad es un valor respetable, aun cuando en este caso le dio un poco de oxigeno a la dictadura cubana. La arbitrariedad es el mejor caldo de cultivo para las dictaduras.

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