dimanche 13 janvier 2013

Españoles que no pudieron serlo. La verdadera historia de la independencia de America


España no fue aquel malvado imperio que, en palabras de la presidenta de la Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, "se lo llevaban todo y no dejaban nada", más parecido a lo que fue el imperio británico.

España fue un estado pluricontinental y descentralizado, enormemente envidiado por las potencias mundiales por su nobleza, en el que realmente no se distinguían entre españoles (los opresores) e indígenas y mestizos (los oprimidos) como nos han inculcado desde el nacimiento. 

En realidad todos los súbditos de Rey eran considerados españoles, los habíamos en los dos hemisferios.    

Para entender lo que fuimos y porqué hemos llegado a lo que somos, os recomiendo este extraordinario y revelador libro;

"Españoles que no pudieron serlo. La verdadera historia de la independencia de America."

Os dejo con el comentario del autor.

"Aunque en realidad no sean 200 años sino algunos menos, desde hace casi dos siglos, a raíz de las secesiones americanas, la gran mayoría de los “españoles” no han podido serlo. La hispanidad política, a un lado y al otro del Atlántico, entró en un letargo del que no ha despertado aún.

Al echar la vista atrás sobre la Historia patria no se trata sólo de valorar correctamente los hechos, de comprender qué fuerzas y con qué sentido operaron en un momento dado, o de discernir las consecuencias que se siguieron de un determinado tumbo de nuestro devenir. Se trata también, y quizás sobre todo, de comprender mejor nuestro presente y de conocer si de ese pasado, interpretado adecuadamente, se extraen lecciones para nuestra actuación hoy.

Ya han comenzado los fastos subvencionados para festejar artificialmente un bicentenario (1810-2010) fantasmagórico. Celebración postiza, como casi todo en nuestra política de los dos últimos siglos, pues a pesar de la machacona y machacante insistencia oficial durante estas dos centurias, no existe ningún tipo de entusiasmo popular americano en torno a la llamada “emancipación” de España.

Bicentenario fantasmagórico, pues en 1810 nadie se independizó todavía y si algo se quiere festejar deberíamos hablar del 200º cumpleaños de las “máscaras de Fernando VII”, con las sombras de duda que sobre la honradez de sus protagonistas siguen sin disiparse.

A ambos lados del océano Atlántico hemos sido incapaces de ofrecer una explicación veraz y popular, compartida, de aquellos terribles sucesos que en realidad fueron guerras civiles entre españoles y que no desembocaron como se dice en ninguna emancipación (pues de yugo extranjero puede empezar a hablarse después de la independencia y hasta hoy, sin solución de continuidad), sino de la destrucción de la comunidad política hispánica.

A partir de entonces el nombre de España se reservó para la porción “europea” de la hispanidad, pero esa continuidad nominal no oculta que el proceso consumado en 1825 supuso un parteaguas en cuanto a la vieja concepción y autoconciencia española. Muchos hitos previos prepararon aquella crisis, pero hasta entonces, y si se quiere hasta la muerte del infame Fernando VII, rey tan legítimo como malo, España era una cosa y después, otra muy diferente. Diferente por problemática y también por artificial, con una artificialidad simétrica a la de las nuevas “naciones” americanas.

Conviene, pues, reflexionar sobre aspectos deliberadamente olvidados durante estos dos últimos siglos al hablar de aquel trauma, español por hispanoamericano. Y que conste que hasta los piadosos intentos de Maeztu o de Vizcarra no llegaron a levantar el velo de la purulenta herida. Guardaron un reverencial silencio sobre los aspectos netamente políticos que estaban en juego, se replegaron sobre una hispanidad cultural y religiosa, que balsámicamente dejaba intacta la cuestión candente.

Es necesaria una todavía más radical “Defensa de la Hispanidad”: de la hispanidad política, de la doctrina política católica e históricamente española y eso no será posible reflexionando sobre una inexistente e hipostatizada “esencia de España”, al modo regeneracionista y liberal, sino volviendo los ojos a “la piedra de la que hemos sido tallados”, fuera de la cual no será posible regeneración ninguna para esta comunidad política (ahora virtual) que se llama España. “Españoles que no pudieron serlo” es mi aportación a esa defensa de la hispanidad.

José Antonio Ullate Fabo"
España no fue aquel malvado imperio que, en palabras de la presidenta de la Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, "se lo llevaban todo y no dejaban nada",más parecido a lo que fue el imperio británico.

España fue un estado pluricontinental y descentralizado, enormemente envidiado por las potencias mundiales por su nobleza, en el que realmente no se distinguían entre españoles (los opresores) e indígenas y mestizos (los oprimidos) como nos han inculcado desde el nacimiento.

En realidad todos los súbditos de Rey eran considerados españoles, los habíamos en los dos hemisferios.

Para entender lo que fuimos y porqué hemos llegado a lo que somos, os recomiendo este extraordinario y revelador libro;

"Españoles que no pudieron serlo. La verdadera historia de la independencia de America."

Os dejo con el comentario del autor.

"Aunque en realidad no sean 200 años sino algunos menos, desde hace casi dos siglos, a raíz de las secesiones americanas, la gran mayoría de los “españoles” no han podido serlo. La hispanidad política, a un lado y al otro del Atlántico, entró en un letargo del que no ha despertado aún.

Al echar la vista atrás sobre la Historia patria no se trata sólo de valorar correctamente los hechos, de comprender qué fuerzas y con qué sentido operaron en un momento dado, o de discernir las consecuencias que se siguieron de un determinado tumbo de nuestro devenir. Se trata también, y quizás sobre todo, de comprender mejor nuestro presente y de conocer si de ese pasado, interpretado adecuadamente, se extraen lecciones para nuestra actuación hoy.

Ya han comenzado los fastos subvencionados para festejar artificialmente un bicentenario (1810-2010) fantasmagórico. Celebración postiza, como casi todo en nuestra política de los dos últimos siglos, pues a pesar de la machacona y machacante insistencia oficial durante estas dos centurias, no existe ningún tipo de entusiasmo popular americano en torno a la llamada “emancipación” de España.

Bicentenario fantasmagórico, pues en 1810 nadie se independizó todavía y si algo se quiere festejar deberíamos hablar del 200º cumpleaños de las “máscaras de Fernando VII”, con las sombras de duda que sobre la honradez de sus protagonistas siguen sin disiparse.

A ambos lados del océano Atlántico hemos sido incapaces de ofrecer una explicación veraz y popular, compartida, de aquellos terribles sucesos que en realidad fueron guerras civiles entre españoles y que no desembocaron como se dice en ninguna emancipación (pues de yugo extranjero puede empezar a hablarse después de la independencia y hasta hoy, sin solución de continuidad), sino de la destrucción de la comunidad política hispánica.

A partir de entonces el nombre de España se reservó para la porción “europea” de la hispanidad, pero esa continuidad nominal no oculta que el proceso consumado en 1825 supuso un parteaguas en cuanto a la vieja concepción y autoconciencia española. Muchos hitos previos prepararon aquella crisis, pero hasta entonces, y si se quiere hasta la muerte del infame Fernando VII, rey tan legítimo como malo, España era una cosa y después, otra muy diferente. Diferente por problemática y también por artificial, con una artificialidad simétrica a la de las nuevas “naciones” americanas.

Conviene, pues, reflexionar sobre aspectos deliberadamente olvidados durante estos dos últimos siglos al hablar de aquel trauma, español por hispanoamericano. Y que conste que hasta los piadosos intentos de Maeztu o de Vizcarra no llegaron a levantar el velo de la purulenta herida. Guardaron un reverencial silencio sobre los aspectos netamente políticos que estaban en juego, se replegaron sobre una hispanidad cultural y religiosa, que balsámicamente dejaba intacta la cuestión candente.

Es necesaria una todavía más radical “Defensa de la Hispanidad”: de la hispanidad política, de la doctrina política católica e históricamente española y eso no será posible reflexionando sobre una inexistente e hipostatizada “esencia de España”, al modo regeneracionista y liberal, sino volviendo los ojos a “la piedra de la que hemos sido tallados”, fuera de la cual no será posible regeneración ninguna para esta comunidad política (ahora virtual) que se llama España. “Españoles que no pudieron serlo” es mi aportación a esa defensa de la hispanidad.

José Antonio Ullate Fabo"

    1 commentaire:

    1. Benjamín Andino19 janvier 2013 à 22:22

      Pues, no precisamente. Sobre todo, fue entre criollos realistas (con peninsulares al frente, claro está) y criollos independentistas, pues el ejército realista estaba compuesto en su mayoría por criollos y mestizos.

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