jeudi 17 janvier 2013

La herencia fascista del castrismo


 | Por Camilo Ernesto Olivera Peidro

LA HABANA, Cuba, enero, www.cubanet.org -Escuché una fuerte algarabía y me asomé al balcón del apartamento. Vi a un hombre doblar en la esquina corriendo, perseguido por otros que le gritaban: ”¡párate, escoria!”. Los perseguidores tiraban piedras y estaban armados con palos. Yo tenía apenas nueve años y era el verano del tórrido 1980. Nunca he olvidado esta imagen. Ahora mismo la puedo recordar si cierro los ojos.

Unos días antes, una tía cercana escapó con sus dos hijos de la Embajada del Perú. Sus vecinos la habían despedido con una andanada de huevos e improperios. Por eso fue a refugiarse en casa de otra tía, que era vecina nuestra. De inmediato, la jefa de vigilancia del CDR quiso tomar cartas en el asunto. Le advirtió a mi tía que convocaría a un mitin de repudio frente a su puerta, porque había acogido a una “gusana”. Mi tía la miró directo a los ojos, como en los viejos tiempos de juergas, y le dijo: “tu procura que aquí no suene ni una mosca, porque si algo ocurre, todo el mundo va a saber que el hijo más chiquito tuyo no es de tu marido y eso te puede costar muy caro…”. Y en efecto, no sonó ni una mosca.


Durante esos días, una mujer sola y su pequeña niña de meses tuvieron que soportar el asedio de los vecinos. Cuando se supo que su esposo la venía a buscar en una embarcación por el Puerto del Mariel, los vecinos le cortaron el agua y el suministro de electricidad y le apedrearon la casa. En la barriada capitalina de Nuevo Vedado, una muchacha encaró el odio irracional de la turba. Salió de la casa y frente a todos se desnudó completamente, “¡ahora, mátenme si eso es lo que quieren!”, gritó. A un conocido director de televisión lo golpearon, sus propios compañeros de trabajo, en la puerta del ICRT, el día en que fue a presentar la renuncia laboral porque dejaba el país.

El mitin de repudio es una de las tantas herencias del fascismo, que el castrismo adoptó como método de manipulación de masas. Ha resultado ser una modalidad disociadora, aplicada para desviar la atención de la población de las causas reales de sus problemas. El blanco del mitin de repudio pasa a ser el receptor de la rabia acumulada de una masa humana convertida en turba agresiva. El añadido ideológico es un pretexto coyuntural.

Desde la segunda mitad de los años ochenta, los mítines de repudio se convirtieron en una herramienta de los órganos represivos contra la emergente sociedad civil independiente. Luego, los reclutadores tuvieron que echar mano a otros métodos para atraer personas. Aparecieron los panes con jamón y los refrescos, o las “jabitas” de aseo personal.

En los últimos tiempos, los genízaros de civil que organizan estos aquelarres del odio no siempre pueden contar con los vecinos de las víctimas. Por eso buscan reclutar participantes en escuelas y centros de trabajo alejados del lugar donde pretenden actuar. Sin embargo, a veces el tiro les ha salido por la culata. Por ejemplo, hace algún tiempo, agentes de la Seguridad del Estado visitaron la empresa estatal LABIOFAM para armar un mitin que habían planificado en contra de Antonio Rodiles.

Supuestamente, los participantes se manifestarían de manera “espontánea” frente a la puerta de la residencia donde viven Rodiles y su familia, en el barrio de Miramar. Uno de los potenciales participantes en esta manifestación advirtió con tiempo suficiente a Antonio. Éste presentó una denuncia en la estación policial más cercana. Los “segurosos” tuvieron que suspender la operación.

A estas alturas, y después de tanta decepción acumulada, casi nadie se cree el cuento del “pueblo enardecido, que actúa con firmeza espontánea contra los mercenarios del imperio”. Cabe preguntarse entonces, ¿por qué todavía existen personas en Cuba que se involucran en este tipo de acciones? Hay mucha ignorancia, miedo y frustración acumulados en el inconsciente colectivo. Algún día los antropólogos que estudien la realidad cubana de los últimos cincuenta años tendrán que analizar con mayor profundidad este fenómeno.