mercredi 22 mai 2013

El patriotismo autonomista



Los criollos del siglo XIX desplegaron la bandera de Cuba libre. Aunque al final fueron los independentistas los que la izaron más alta, la libertad de Cuba fue también patrimonio de los anexionistas y de los autonomistas. Todos compartían el ideal de ponerle fin al absolutismo español, aunque no así los medios para lograrlo ni la forma definitiva que cobraría. Fueron, por tanto, todos patriotas.
El patriotismo anexionista lo resumía bien José Ignacio Rodríguez cuando se lamentaba del protectorado que se avecinaba tras la intervención de 1898: unirse a Estados Unidos como un estado en igualdad de condiciones con el resto de los integrantes de la Unión nada tenía que ver con cambiar una metrópoli colonial por otra.
El autonomismo se insertaba dentro de la democracia liberal decimonónica que se erigió como antídoto al radicalismo jacobino y como tal se preocupó por sentar instituciones. Valoraron el estado de derecho y la igualdad ante la ley por encima de todo y consideraron que nada justificaba las transformaciones bruscas y violentas.
Fueron hombres serenos, pero apasionados por una idea central expresada contundentemente por Rafael Montoro: “Todo debemos esperarlo de la libertad; nada será posible sin ella”. Y libertad era, ante todo, “el respeto a la ley, al derecho, garantía suprema y supremo árbitro de todos”. Libres y cultos serían los cubanos cuando rigiera la ley y no la voluntad caprichosa de los gobernantes.
La historia no avaló la convicción reformista de que España le concedería la autonomía a Cuba como Inglaterra lo había hecho con Canadá. Pero hubo razón para pensar que así sería. La guerra de los diez años concluyó con una “transacción honrosa”, al decir del independentista Enrique Trujillo, y un ansia de paz invadió a la isla de punta a cabo.
Hubo cambios: la esclavitud se abolió, se logró cierta liberalización económica, se respetaron como nunca las libertades civiles. Por ello los autonomistas pudieron desempeñar esa “constante y magnífica propaganda” en pro de Cuba libre, al decir de Manuel Sanguily. Las reformas, sin embargo, se quedaron en la primera vuelta por la terquedad del absolutismo español en abrir la segunda. Madrid despreció la buena voluntad de los cubanos.
No obstante, las ideas políticas de los autonomistas fueron de altura. Resalto dos. La primera es la virtud de la democracia para educar a los pueblos. España justificaba su intransigencia por la supuesta ineptitud criolla para el gobierno propio. Los autonomistas replicaban: “Las instituciones se aprenden a disfrutar practicándolas y las libertades se usan bien cuanto más se les maneja”. Predicaban el sufragio universal masculino y la igualdad política de blancos, negros y mulatos. Tenían estos discretos y casi aristocráticos próceres plena confianza en el pueblo cubano. La segunda es su creencia en el pluralismo político. La Unión Constitucional -el partido de los españoles en Cuba- no era despreciable por conservador, sino por querer imponerse por la fuerza. Los autonomistas respetaban a los que abogaban por el ideal separatista, aunque rechazaban terminantemente la revolución que impulsaba el independentismo.
El año 1896 fue decisivo. El Ejército Libertador se había extendido hasta occidente y por primera vez el país completo se encontró con los independentistas. Nos dice Eliseo Giberga: “El separatismo tomó cuerpo tangible, forma concreta y sensible, y bajo ciertos aspectos amables para muchos”. Al mismo tiempo llegaba a Cuba el general Weyler e impuso la cruentísima reconcentración que apagó cualquier posibilidad de transigencia. Miles de autonomistas y cubanos de a pie se unieron al separatismo.
Máximo Gómez le rindió al autonomismo un alto tributo: “El pueblo que he encontrado al volver a Cuba no es el que conocí en la otra guerra. Era entonces una masa inerte; hoy es un pueblo que tiene la conciencia y el amor de su derecho. Hay que hacer al partido autonomista la justicia de reconocer que esa transformación es obra suya”. En la década de los treinta, José María Chacón y Calvo diría de Montoro y del independentista Enrique José Varona: “Aquellas dos conciencias puras eran necesarias en el proceso creador de la patria”.
Cuba y su historia están rotas y polarizadas. ¿No es hora ya de rescatar, sumar y recomponer?

2 commentaires:

  1. Cuba inglesa.

    http://www.diariodecuba.com/cuba/1369221126_3374.html#comment-14680

    Y mientras más inglesa mejor negociable será la solución a la herencia rasista espanola.

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  2. Vivan las becas! tiene usted razón!

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