samedi 23 novembre 2013

Cuba es España. Leopoldo Alas, alias Clarín

«Cuba es España»; para Clarín es un hecho y un derecho incuestionable, afirmado y repetido desde el principio de la guerra, hasta la derrota y... aun después. En eso, el criterio de Clarín no se aparta de la línea general del republicanismo español, y está muy cerca de la posición de Castelar, pero si el gran tribuno, su «jefe político», defiende muy tímidamente su punto de vista, lo que le vale cierto reproche velado por parte de Clarín, éste, con la sinceridad que le caracteriza; no teme luchar abiertamente por lo que considera la verdad y la justicia; y la verdad y la justicia le imponen decir ciertas cosas que van en contra de la política oficial y en contra de ciertas tendencias que dominan en la opinión pública, como ya se deduce del estudio anterior.

Para Clarín hay razones objetivas para afirmar que:


 «Cuba es España», aun cuando el lema encierre para él indudable carga sentimental; ante todo, Cuba está poblada de españoles: los cubanos «somos nosotros mismos, son -somos- los Pérez, Fernández, González, castizos que fueron -fuimos- a Cuba hace cuarenta, doscientos, trescientos años»

 Cuba es, pues, una provincia española, coma Cataluña o Asturias, «un pedazo de la península que tenemos allende el Atlántica», y la historia ha consagrado «el derecho de España a la soberanía de sus dominios».  Durante la guerra de la Independencia toda la Nación luchaba, porque «teníamos derecho a la independencia», pero «los cubanos no lo tienen» como no lo tenían los catalanes cuando emprendieron su guerra separatista, ya que Cuba, como Cataluña, es una provincia española.

Los insurrectos son, para Clarín, españoles extraviados que «cometen un crimen de leso patriotismo no queriendo ser españoles». Y al respecto, distingue dos categorías: por una parte, «los que pueden ser cuerpos extraños que, luchando por la independencia de Cuba, pretenden sencillamente robarnos un pedazo del territorio», y por otra «los que son tan españoles como nosotros, aunque extraviados por la locura del separatismo». ¿Pero qué son esos «cuerpos extraños»? ¿Quiere decir Clarín que hay injerencia extranjera? ¿Se alude con esa expresión a los exiliados cubanos (entre los cuales figura José Martí hasta 1895) a quienes, tal vez, la prensa personal oficial designa así por razones de propaganda? La segunda hipótesis es la más plausible; y en tal caso, esta mentira produce efecto, ya que para el mismo Clarín, los «no españoles que se metan en nuestra lucha actual son sencillamente ladrones» y «con los ladrones, con los infames, no se transige»; entonces viene justificada una guerra a ultranza contra los que son enemigos de España. Lo que dejaría pensar que Clarín ha sido engañado por cierta propaganda es que, después de noviembre de 1895, no vuelve a distinguir dos categorías de insurrectos.

Hasta, y es muy de subrayar porque no lo repite, al hablar de «las relaciones de los insurrectos con gran parte del pueblo cubano», reconoce, casi a media palabra, como se ve, que la insurrección recibe apoyo de la mayoría del pueblo de la Isla.

Pero ya desde aquella fecha de 1895, y sin conceder importancia a esos «cuerpos extraños», considera que la guerra de Cuba es una guerra civil, como lo era la guerra de Cataluña, «aunque era separatista». Desde luego, se equivocan gravemente «cuantos predican el exterminio del enemigo, y quieren que se le coloque poco menos que fuera del derecho de gente».

Clarín dice eso en noviembre de 1895, y en febrero de 1897 nos revela que, en la prensa cubana y en el mismo periódico en que tal escribía, en el Heraldo, se atacó esta idea de guerra civil «como antipatriótica». Se entiende que los partidarios de la guerra a ultranza, y los que piensan que el honor nacional exige una victoria total de las armas españolas, consideren antipatriótica la idea defendida por Clarín, y de manera firme y constante durante toda la guerra.

En efecto, si los cubanos son españoles, la primera consecuencia que se deduce atañe a la manera de conducir la guerra: 
«el sistema del terror, lo de la guerra con la guerra exclusivamente» es una monstruosidad, siendo los cubanos españoles también. Es una condena vigorosa de los métodos radicales y sangrientos de Weyler: «la sangre española, aun la insurrecta, debe economizarse cuanto se pueda». 
Compárese, por ejemplo, con las declaraciones del republicano revolucionario A. Lerroux sobre las «hordas separatistas» o las de El País, según el cual la opinión espera de Weyler «medidas salvadoras y radicales» (18-V-1896).

La segunda consecuencia es que se debe siempre buscar el final de la guerra por la transacción, que nunca podrá ser deshonrosa para España, ya que son españoles los cubanos. Así se explica que, a fines de 1895, se adhiera a Martínez Campos, a pesar de la poca simpatía que le tiene «al general de las corazonadas», cuando éste afirma que desea la paz, «una paz digna de España, honrosa, compatible con el incólume derecha de la patria», y que apoye sin reserva el decreto elaborado por Moret y que, por fin, el 25 de noviembre de 1897, concede verdadera autonomía, aunque teme que sea demasiado tarde: «Es probable que la guerra siga a pesar de la autonomía».

Ya, desde 1895, Clarín se afirma claramente partidario de la autonomía, o mejor «de la autarquía para Cuba, lo que el progreso exige a la larga o a la corta». Pero, ¿qué entiende por autarquía? Es de suponer que quiere decir que Cuba debe tener libertad total en materia económica y comercial. Clarín debe de repetir aquí un concepto difundido en la prensa, tal vez- a propósito del problema catalán, pero sin sentido claro aplicado a Cuba. En 1897 exclama, desafiando al Partido Constitucional: «Cuba será española aunque se le deje la autonomía, y, lo que importa más, la autarquía más completa».

Porque si Cuba se ha lanzado a la «locura separatista», es por culpa de los egoísmos conjugados de los reaccionarios de allá y de acá. En 1895, cita una frase de Bentham que le parece resumir todo el error de la política colonial tradicional: «La palabra de madre-patria ha creado muchas preocupaciones y muchos falsas razonamientos en todas las cuestiones sobre las colonias y las metrópolis. Se imponían deberes a las colonias y se las imponían delitos, todos igualmente fundados en la metáfora de su dependencia filial». Y Clarín comenta: «Sí, ese es el error; los cubanos no son nuestros hijos, son nuestros hermanos».

No lo entienden así muchos incondicionales, entre los cuales los miembros de Partido Constitucional y la mayoría de los conservadores españoles, para quienes «Cuba no es España sino de España», o sea, un dominio español, que es de los españoles de acá, y para los españoles de acá». Todos entienden por integridad de la patria las ventajas que «sacan los indianos de que se considere a Cuba como país conquistado».

Por defender tales ideas varios periódicos llaman «filibustero» a Clarín y éste, con el vigor que le caracteriza cuando contesta a un ataque, pone los puntos sobre las íes:

Pues, hijos, es verdad, queremos a Cuba española, pero no para uso particular de unos cuantos españoles; de esa multitud de zafios, patanes, sin más dios que el dinero, que creían que España estaba obligada a desangrarse para asegurarles a ellos la pacífica posesión de la isla. No, señor, Cuba será para los cubanos, sin dejar de ser española [...] No mandará en Cuba un militarote que muchas veces es un animal.

La culpa del conflicto la tienen pues, para Clarín, los políticos reaccionarios, y particularmente Cánovas, ese Bismark pour rire, que «ya está chocho», y a quien combatió Clarín durante toda su vida de periodista, porque además del nulo talento que le reconoce, le considera en gran parte responsable del sistema corrompido que gangrena el cuerpo de la nación.

Clarín cree firmemente que si, en vez de «gobernantes caducos, de ánimo despótico y reaccionario, y en vez de incondicionales que quieren conservar privilegios y canteras de oro», hubieran actuado «políticos liberales de veras, almas caritativas capaces de ver, en los habitantes naturales de un territorio español, españoles como nosotros, otro sesgo hubiera tomado el conflicto cubano hace mucho tiempo».

A principios de 1897, piensa que es posible una solución que ponga fin a la guerra, con tal que «liberales de veras» (que podrían llamarse Castelar, Moret...) sustituyan a los conservadores, ya que ellos podrían entenderse con «la parte civilizada y no criminal de los insurrectos», o sea con los miembros, del Partido Liberal Autonomista, a quienes en otra parte designa como la «parte inteligente y honrada de los insurrectos».

Después de Cavite, afirma otra vez que si España está en un callejón sin salida, la culpa la tienen los políticos reaccionarios, pues está convencido de que, si «España fuera una República con un nombre garantía a la cabeza, Castelar supongamos, nuestras cuestiones con los insurrectos, y aun con los yankees, hubieran tomado sesgo muy diferente».

Vemos, pues, que la posición de Clarín no se aparta mucho de la tendencia general de la burguesía liberal, que quiere establecer con Cuba otro tipo de relaciones que las del colonialismo tradicional. La originalidad de Clarín, y de seguro de otros intelectuales «desinteresados», reside en su idealismo; es decir, que quiere ante todo que se establezca y fortifique entre la Isla y la Metrópoli una fraternidad de raza, de lengua, de cultura, de ideal común en suma. En la filosofía de Clarín los aspectos económicos y mercantiles, considerados de seguro como necesarios, ocupan un puesto inferior y secundario respecto con los valores ideales. Cabe observar que la mayoría de los «políticos de veras», representantes de la burguesía moderna, emplean el mismo lenguaje, pero es el disfraz ideológico, más o menos consciente, de una voluntad de sustituir el colonialismo oligárquico por una forma de colonialismo más adaptada a los imperativos del capitalismo moderno.

Así, a nivel retórico, la concepción de Clarín coincide con la ideología de la burguesía liberal; en realidad, hay cierta discontinuidad entre el idealismo de Clarín y las fuerzas reales, de naturaleza económica, que, en última instancia, sustentan ese ideal, y nuestro autor puede aparecer como un intelectual integrado que no quiere ver todas las implicaciones que supone su integración en la pequeña burguesía.

Verdad es que a los ojos de la Historia, Clarín puede aparecer como un ideólogo más (consciente o inconsciente, no tiene importancia a los ojos de la Historia) de la burguesía liberal, pero a nivel individual, su posición es conscientemente desinteresada, puramente filosófica93; cabe decirlo, aunque no sea más que para marcar la diferencia con los «políticos de veras», v. gr., Castelar, que, él, aboga por una forma de colonialismo moderno, más adaptado a las exigencias del incipiente, pero creciente capitalismo.

Pero no perdamos el hilo de nuestro estudio.

Antes de que estalle la guerra con los EE. UU. Clarín se da clara cuenta de la potencia real del adversario, y combate la campaña patriotera de la mayoría de la prensa, que engaña otra vez peligrosamente a la opinión publica. Varias veces ridiculiza el burlesco furor bélico de los españoles: «Para reducir a cenizas a Nueva York, ¡Oh!, españoles, necesitabais haber sudado mucho oro, trabajando todo un siglo». Sabe que la guerra con la potente república sería un suicidio para España; y denuncia por loca la fórmula «hasta el último hombre; hasta la última peseta».


Biblioteca virtual, España ante la guerra colonial de 1895 a 1898: Leopoldo Alas (Clarín), periodista, y el problema cubano. Yvan Lissorgues.

3 commentaires:

  1. Cuba es, pues, una provincia española, coma Cataluña o Asturias, «un pedazo de la península que tenemos allende el Atlántica», y la historia ha consagrado «el derecho de España a la soberanía de sus dominios». Durante la guerra de la Independencia toda la Nación luchaba, porque «teníamos derecho a la independencia», pero «los cubanos no lo tienen» como no lo tenían los catalanes cuando emprendieron su guerra separatista, ya que Cuba, como Cataluña, es una provincia española.

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  2. jajajajaja ...Durante la guerra de la Independencia toda la Nación luchaba, porque «teníamos derecho a la independencia», pero «los cubanos no lo tienen» como no lo tenían los catalanes cuando emprendieron su guerra separatista, ya que Cuba, como Cataluña, es una provincia española....
    que chistoso.

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